En agradecimiento y homenaje a los colaboradores de MEXCAT.
El sol levanta sus primeros rayos al este de Montjuïc, iluminando los primeros recovecos de la Plaça del Marquès de la Foronda. Llegan César y Albert cargando la furgoneta alquilada para ese día, repleta de maletas, banderas, lonas, carpas y otros cachivaches imprescindibles para un largo y provechoso día. Sobre las 7:30 hrs llegan los primeros proveedores, el cuerpo técnico electricista que se encargará de organizar el cableado, el camión con carpas y con el escenario, el transportista del centenar de sillas y de la treintena de mesas, los amigos de la iluminación y megafonía del escenario, las barras y los compañeros de Mexicali... Tres horas en que la feria va tomando cuerpo hasta que empiezan a llegar los primeros tenderos, ya con las carpas montadas. Antes que ninguno, Jesús y Rebeca, ya que a él le toca hacer dos viajes a Terrassa. Poco a poco van llegando los otros, entre ellos los amigos Claudia, Israel, Lydia, Lalo... desde Tarragona. Abrazos y sonrisas. Llegan Carmela, Lebis, Coco, Alejandra, Rosi... amigos fieles.

La feria ya está casi a punto. Maribel, de Mexicali, sonríe y está contenta. Parece que hará un buen día, y ya apresura sus colaboradoras para tener las barras a punto y las bebidas frescas. A las 12 del mediodía, todos a punto. Álex, dicharachero y todo un galán se hará cargo del escenario durante todo el día y apura los últimos segundos antes de empezar la música. Y no tardarán en llegar las todo sonrisas Alisha y Liliana, con ánimos de pasar una buena jornada, a cargo del stand de MEXCAT. Ahí se incorporará la estupenda y generosa Paty, que recién llegada a la asociación se hará cargo de poner la alegría a las primeras horas de la barra de bar. Ángeles no se distraerá al mando del stand de la organización, y también a la hora de comer ya llegará Taty, dispuesta a quedarte hasta la madrugada con muchas ganas de fiesta y trabajo.

La hora de la comida es un trabajar incesante. Grandes olas de personas que vienen de Montjuïc se quedan a comer a la feria, y en la barra Jerry y Josep, recién llegados de Roma, se ponen manos a la obra para servir con rapidez a todos los deseosos de una chela, así como para apoyar en camerinos.
Mauricio, miembro de la junta se incorpora a medio trabajo con el Pepino, como siempre con buen tino y consejo, para con las barras y la organización, y al cabo de un rato llegan nuestros buenos amigos Elsa y Leonel, que darán un buen apoyo en las barras, con su experiencia ya en el 2011.
Mientras tanto, Bárbara no descansa con las fotografías, y Malinalli, que ya lleva un buen monto de horas a sus espaldas, irá arriba y abajo coordinando el cátering de los artistas y el stand de MEXCAT.
Quienes no descansarán un instante son Alexia, Lorena, Jen y Mario, que ágiles y rápidos se harán cargo de cobrar y distribuir. Así como Jovita, que se hará cargo del merchandising de la asociación toda la tarde y noche.

El Grito resuena por la plaza, y todos los colaboradores de MEXCAT, muchos de los cuales ya llevan diez horas a su espalda, resisten con ánimos para ofrecer a toda la comunidad una feria organizada, divertida, profesional y para todos. Rodolfo nos llega con unas cuantas conchas, que ayudan a reponer fuerzas. Y aún nos quedan cuatro horas, hasta las 12 de la noche, en que se incrementa el paso de visitantes, y en que los rayos del sol empiezan a desaparecer. Se encienden las bombillas, y las fuentes mágicas, y todos ponen su máximo empeño en las horas finales. Lo dan todo.
Llegan las 12, y algunos se retiran, agotados. Empiezan las horas más duras, de desmontaje, en que salen los moretones más rápidamente, en que el agua de las neveras abunda en el suelo, junto a los despojos de la feria, y en que los restauranteros empiezan a dejar la plaza, después de un día de buen negocio. Los últimos fiesteros se van a sus casa. Quedamos Javier, Alex, Taty, Jerry, Josep, Saul, Jose, Albert, César, Margarita y Lander, que desmontamos carpas, recogemos cajas, recolocamos vallas, se ennegrecen las manos, y los pies ya andan solos. Son las tres de la madrugada. La luna brilla a lo alto, entre nubes. Cargamos la última caja en la furgoneta, y los cinco, nos vamos hacia nuestras casas.
El traje de Albert ya perdió su brillo, César hace sus últimos esfuerzos para conducir la furgoneta, Maggie sonríe agotada con su sombrero a la moda, Lander aún tiene fuerzas para cargar una última valla, Javier nunca pierde su ánimo y corazón. La fiesta ha llegado su fin.
Y todos los colaboradores, cada uno en su casa, después de un día de trabajo, reposan y descansan sabiendo que, aunque no haya nadie ganado un cinco, han contribuido a que la comunidad disfrute y pase una jornada como si estuviera en nuestra patria, más cerca de México.
Gracias a todos. Sin uds. no lo hubiéramos conseguido.
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