domingo, 8 de octubre de 2017

Guillermo del Toro presenta en Sitges "La forma del agua"

Los monstruos han estado siempre muy presente en el universo de Guillermo del Toro. Su mente se llenó de criaturas extrañas desde joven y las ha ido trasladando en películas donde la fantasía reina a sus anchas. En Sitges presentó su debut en el largometraje con Cronos en 1993 y regresó en 2006 con El laberinto del fauno. Ahora vuelve por todo lo alto a la ciudad costera con La forma del agua, premiada con el León de Oro en el festival de Venecia.

La película marca el inicio de salida de un evento que cumple ya cincuenta años de vida y en el que el cineasta mexicano ejerce de padrino desde este jueves hasta el próximo 15 de octubre. La expectación por ver su último trabajo era máxima. La cola que se ha formado frente al auditorio del hotel Melià lo decía todo esta mañana. El director del certamen,Àngel Sala ha agradecido a la prensa su trabajo y colaboración antes de dar paso a la proyección del filme. Y La forma del agua no ha defraudado. Al menos para los que admiran los cuentos de hadas fantásticos.

Ante todo, cabe decir que se trata de un filme que emana poesía en cada una de sus imágenes. Dos horas de puro goce visual donde se pone el foco de atención en seres invisibles que piden un poco de atención. Una espléndida Sally Hawkins da vida a Elisa, una limpiadora de un centro de investigación aeroespacial de Baltimore que se enamora de una criatura marina de contornos antropomórficos que está siendo analizada en el centro.

Entre esa princesa sin voz huérfana y el hombre anfibio se crea una conexión inmediata desde el principio. Ella no le teme porque se da cuenta que la observa tal y como es, una mujer en apariencia débil que esconde un espíritu luchador por lo que cree justo. Y él despierta en esa cenicienta menuda y soñadora una serie de emociones que jamás había experimentado.

Del Toro construye esta peculiar versión de la Bella y la Bestia desde la urgencia por asumir su película más adulta, donde la sexualidad, la política, el amor, el racismo y la exaltación de lo diferente saltan a la palestra en un entorno mágico con una paleta de colores donde predomina el verde como símbolo de esperanza y mensajes como “La vida es lo que queda del naufragio de nuestros planes”.

Hawkins, vista recientemente en la magnífica ‘Maudie’, aborda uno de sus personajes más complejos. En ‘La forma del agua’ se desnuda física y emocionalmente en un papel que fue escrito por el director expresamente para ella. Su Elisa se levanta por la mañana y se toma su tiempo para masturbarse en la bañera o prepararse unos huevos duros que comparte con su príncipe acuático.

En esta historia también hay lugar para otros inadaptados, como el amigo gay de la protagonista, la compañera de trabajo afroamericana o el espía soviético que anhela conocer a fondo a esa extraña criatura que fue sacada de su hábitat en Sudamérica. Michael Shannon se pone del lado oscuro como jefe de seguridad del laboratorio; un racista y un clasista al que solo le importa pisar a los demás desde su cómoda visión defensora de una América superficial.

Con un presupuesto de 19 millones de dólares y rodada en localizaciones de Canadá y California, Del Toro ha querido hacer su película más grande. Ambientada en la Guerra Fría, la historia es un claro homenaje a la música y al cine, a aquellas películas de Shirley Temple o Carmen Miranda “que hacían más felices los domingos”, ha asegurado Del Toro en rueda de prensa. El mexicano, que aterriza en Sitges con gripe, ha dejado muestras de su amabilidad y sentido del humor al hablar de su décima obra. “Quería que fuera un ungüento para la época actual”, ha dicho. 

Con un presupuesto de 19 millones de dólares y rodada en localizaciones de Canadá y California, Del Toro ha querido hacer su película más grande. (La Vanguardia)






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