lunes, 10 de febrero de 2014

Fallece en México la enfermera de la Maternidad de Elna

De Andalucía a México, pasando por Barcelona y Francia. María García Torrecillas tenía 97 años y vivió los últimos cincuenta años en México. En Francia fue una de las principales protagonistas de la maternidad de Elna, que salvó la vida a centenares de mujeres republicanas y judías y a sus hijos, bajo el implacable acoso de la ocupación nazi. 
Dice Público: Esta semana ha fallecido en Monterrey (México) una mujer excepcional, de físico menudo pero con un inmenso corazón, que como medio millón de españoles tuvo que exiliarse para huir del franquismo a comienzos de 1939. María García Torrecillas murió a sus 97 años el pasado lunes, 3 de febrero, después de haberse entregado a los demás allí donde estuvo. En 2007 regresó a Andalucía después de medio siglo en el exilio mexicano para recibir no sólo el cariño de sus paisanos del pueblecito almeriense de Albanchez, sino también el reconocimiento oficial del Gobierno andaluz, cuyo presidente Manuel Chaves la distinguió con la Medalla de Andalucía. 
María García Torrecillas salió entonces del modesto anonimato con el que tantas personas de bien restan importancia a la excepcional labor humanitaria que han realizado en su vida. Sus méritos para el reconocimiento fueron sobrados por lo mucho que entregó a los demás, especialmente en la Maternidad Suiza de Elna, en el sur de Francia, donde su incansable trabajo como enfermera voluntaria sirvió para salvarle la vida a cientos de niños y a sus madres, entre refugiadas republicanas españolas y mujeres judías que a duras penas podían huir del implacable acoso de los nazis. También la Cruz Roja almeriense la condecoró por dar tanto cariño y amparo a madres y niños en aquella emblemática clínica montada y dirigida por la enfermera suiza Elizabeth Eidenbenz, su gran amiga. 
María García Torrecillas nunca imaginó que sin quererlo iba a pasar a la Historia por su labor como enfermera. Pero la vida da muchas vueltas y más si los tiempos son difíciles y te traen y te llevan sin poder evitarlo. Pero María tenía un espíritu aventurero, heredado de su padre que, perteneciente a una clase acomodada rural almeriense, había recorrido varios países latinoamericanos a principios del siglo XX. Consciente de la apertura de miras que da el viajar, el padre de María se mostró comprensivo cuando su hija le pidió autorización con 20 años para irse a Barcelona a comienzos de 1936, donde ya estaba establecido otro hermano mayor.
Del campo a la gran urbe. Fueron pocos meses hasta que se produjo el golpe militar que desencadenó la Guerra Civil. De trabajar en el textil, María tuvo que adaptarse a trabajar en una fábrica de armamento para la defensa de la República. Entonces aprendió a convivir y a sortear los bombardeos de la aviación italiana, hasta que el cerco sobre la Ciudad Condal se estrechó y Barcelona cayó. Entonces se produjo la penosa huida hacia Francia, cuyas autoridades recibieron a esa legión de exiliados de la peor manera imaginable. Campos de concentración en las playas pasando mucho frío y rodeados por alambradas vigiladas por soldados a caballo que atemorizaban a los españoles.
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