miércoles, 27 de junio de 2012

En Barcelona, arte mexicano en minutos

Les compartimos el artículo publicado en la web Poblanerías
El escenario La Rambla, la función en pleno, 50 o 60 espectadores, el ambiente impregnado por el inconfundible aroma a pintura en aerosol; David, el actor principal, el único, se mueve, actúa, pinta. Representa, la función que durante cinco años ha actuado. La conoce a la perfección. Noche tras noche, siempre con público diferente, con soltura y dominador de unas tablas que le son plenamente familiares, en menos de una hora culmina su tercer cuadro. Es la calle más famosa de Barcelona, en España, La Rambla; comparte el escenario con una multitud de actores y obras diferentes. Con atuendo de mezclilla, playera, delantal y cubre boca, no se perturba por la presencia competidora de actores, obras y escenarios, él a lo suyo, la pintura con aerosol; él a su arte, una manera de sobrevivir. 
Tiene competencia, sus colegas están ahí, con obras distintas, públicos diferentes, en una oferta compartida. Su arte es rápido, exprés, vertiginoso, el tiempo necesario que permite la ilegalidad y la recurrente presencia policiaca que obliga a levantar el escenario, recoger sus pertenencias y esperar el tiempo prudente y cíclico, para repetir lo ensayado durante años. 
David es originario de Ciudad de México, vende sus pinturas a 10 euros. Llegó hace cinco años, a Barcelona, a ganarse la vida, a desarrollar su arte, a pintar, a subsistir por una razón “porque mi morra es de aquí”, refiere y sin decirlo, la aventura, el explorar un mundo distinto, el encontrar nuevos vientos para su arte y una forma de encontrar un público cosmopolita, que lo admira y le da para comer. Es la técnica para pintar que nació en Puerto Vallarta, México, sostiene, y que “los otros”, actores de su misma especialidad, también desarrollan y también aprendieron en México. 
David es residente legal en España, no busca ni aspira a un trabajo fijo, la crisis española ha obligado a que solo los nativos, los españoles, ocupan los pocos empleos existentes. Ni falta que le hace, él es feliz con sus creaciones, le llenan y le dan para vivir. 
La presencia policiaca que lo obliga a levantar sus instrumentos de trabajo no le preocupa, forma parte de su cotidianidad, en ocasiones le quitan, le decomisan sus enseres laborales: “depende del tira, algunos solo te dicen que te vayas y otros si te apañan todo”, dice. “¡Caballero, levantamos por favor!” se escucha la voz de la autoridad cuando inicia su cuarta creación pictórica y habiendo vendido dos de ellas. Sin aspavientos de ambos bandos, sin mayores aclaraciones, David recoge su escenario, no hay reclamos, son valores entendidos. Por si habría que confirmar, dos minutos después un segundo policía acude, en su rutina previamente ensayada y confirma: “Amigo ¿Ya te han avisado los compañeros? - Sí, repite en un soliloquio previamente ensayado: ya ando levantando”, contesta. La autoridad que le permite trabajar a intervalos no le preocupa ni le intimida, son gajes del oficio, en ocasiones le ha tocado padecer. 
 Al terminar de ordenar sus múltiples latas y cuadros, pone todo en una jardinera contigua. Una pareja de asiáticos se mantiene con él. Con poco español y poco inglés, se ponen de acuerdo, quieren que termine el cuadro y se parezca al que acaba de vender. 
No logra cumplir las expectativas de los compradores que insisten en que no es igual el cuadro y ahora ya no lo quieren. El pintor, artista, grafitero; reclama: “Me quedé por ti, ya había llegado la policía, se pudieron haber llevado mis cosas y multado”, con voz seria. La pareja se mira a los ojos y se convence, compra el cuadro y se va. El arte nunca repite la misma obra, todas son diferentes. David vende entre 3 y 4 cuadros por noche. Mientras los pinta, quien no compra lo observa y a veces deja unas monedas en el bote que mantiene al frente de todas sus cosas. El problema es que no se puede poner todas las noches. Pero al final le alcanza. Vive de ello y le encanta. Es la historia de noche con noche, pocas incidencias la perturban, es una obra, una representación, que se repite con pocos cambios. México a la distancia, no forma parte del horizonte inmediato del artista. Su realidad es española. Está en La Rambla.

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