domingo, 8 de abril de 2012

María Félix en Barcelona, a los diez años de su muerte

Este domingo 8 de abril conmemoramos el décimo aniversario del fallecimiento de la Doña, María Félix. Y queremos recordarla con la nota del 9 de mayo de 1950, del diario La Vanguardia, que narraba la llegada de la excelsa actriz mexicana a Barcelona y el artículo que publicó el escritor Sealtiel Alatriste, aquel entonces cónsul de México en Barcelona, en la muerte de la actriz

María Félix en Barcelona (9 de mayo de 1950)
El domingo por la noche llegó a Barcelona -la actriz cinematográfica mejicana María Félix, que en Madrid acaba de terminar eu interpretación de la película «La noche del sábado», de don Jacinto Benavente, con Rafael Duran y José Ma. Seoane, bajo la dirección de Rafael Gil. Desde Barcelona, María Félix se dirigirá a Mallorca, donde descansará unos días antes de reintegrarse al equipo artístico de Suevía Films-Cesáreo González para interpretar «La corona negra», cinta que sobre un asunto de Jean Cocteau dirigirá el realizador argentino Luis Sakavsky y cuyo protagonista masculino será el actor francés Jean Gabin.

Obituario (por Enrique Sealtiel Alatriste)

En el momento que dejaba la niñez, en casa de una amigo, vi una foto con un semidesnudo de María Félix. Quien ya era conocida como la Doña, se cubría los senos con sus manos, y miraba, impávida, hacia no sé dónde.Quizá tendría diez, doce años, no lo recuerdo, pero tengo la impresión de que aquella fotografía signaba el final de una época y el principio de otra, donde la libertad sexual (que el sida echaría por la borda) marcaría nuestras vidas. No sé si aquella foto de María corresponde a aquel tiempo.Aunque ella no lo quisiera, se convirtió en el mito más grande del cine mexicano, y digo grande, en el sentido de lo intemporal.María no tuvo tiempo, no perdió edad, nunca envejeció.Fue otra, pobrecita, a la que le pasó todo esto. Me dicen que ha muerto una mujer llamada como ella, que tenía 88 años y que se había encogido hasta

ser casi insignificante.Que apenas conservaba su voz de barítono, aquella voz que educó para actuar en “El peñón de las ánimas”.“Se ha muerto María Félix”, me dijo un amigo. “Pensé que lo deberías saber.” Debería, pensé, por mi incondicional admiración por una mujer a quien, irrespetuosamente, intenté retratar en una novela.“No es cierto”, contesté.“De veras”, me respondió.Me quedé callado.Recordé la foto que, quizá, marcó el principio de mi vida sexual.
La recordé en aquel peñón famoso por sus ánimas, muriendo del balazo certero que le disparó René Cardona; recordé su espalda desnuda en “La Cucaracha”; pero sobre todo, la pensé como la Claudia Nervo de la “Zona Sagrada”, de Carlos Fuentes; y la María escurridiza que quise retratar en mi novela. Siento en el alma su deceso, pero estoy seguro de que no, que ella –el mito, la mala actriz, comehombres, la altanera, la que dio dignidad a México, la apostadora de caballos, la que se acostó con cuanto dios quiso, el símbolo, el mito–, ella, toda ella, no murió, y que guardaremos luto por alguien que sobrevive en cada uno de nosotros.

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