Conferencia dictada por Albert Torras, vicepresidente de MEXCAT y presidente del Seminario de Cultura Mexicana - Corresponsalía Barcelona
Sede del Gobierno Militar de Barcelona, octubre de 2014
General
Arteaga, Comandante Militar de Barcelona y Tarragona
Sr. Cónsul
de Protección del Consulado General de México en BarcelonaSr.
Presidente de MEXCATSr. Pérez Abuyé, Socio de HonorSra.
Condesa de la MoraAutoridades, amigosPermítanme en primer lugar rendir un homenaje de palabra al ilustre General Prim, Conde de Reus y Marques de los Castillejos, el que fue presidente de gobierno del estado Español, y el militar catalán más importante del siglo XIX, y mandar a los congregados hoy aquí un saludo de parte del Comité Organizador de los Festejos del Bicentenario del nacimiento del General Prim en Reus, que tiene lugar este 2014 de la que MEXCAT forma parte, para difundir, sobretodo en México, la figura de Prim. Esperamos de nuevo los próximos años recuperar la figura y el legado de este personaje tan destacado para la historia de Catalunya, y que también lo fue para la de España y México.
El
objeto de la presente plática no es otro que conmemorar la
participación de Prim en los acontecimientos que tuvieron hace
ciento cincuenta y dos años en México, en las vigilias de la
Batalla de Puebla, lucha de importancia histórica de este pueblo y
llena de un simbolismo perdurable aunque de unas consecuencias poco
efectivas para el futuro inmediato del país. Cabe recordar que esta
misma conferencia la dimos en el Círculo de Reus, localidad natal de
Prim, la vigilia de esta conmemoración, el viernes 4 de mayo de
2012, ante la presencia del alcalde de la ciudad y de la Cónsul de
México en Barcelona, una hora después de haber visitado la momia
del General, en el tanatorio de la ciudad, causándonos una enorme
impresión a los congregados.
Para
entrar en materia, Prim fue un personaje, reconozcámoslo, incómodo
en la historia de Catalunya, o en la historia de la catalanidad. Y
ello por ser seguramente el general más importante que dio su país
en siglos, y que precisamente encomendara esta genialidad estratégica
y militar a los beneficios del estado español.
No
olvidemos que Prim es el general del Seny i de la rauxa, és decir de
“la cabeza” y de “la locura” el que acuñará también la
famosa frase “O caixa, o faixa” el que firmará sus cartas como
Conde de Reus, y no como Marqués de Castillejos por el orgullo de su
tierra natal. No nos tiene que incomodar tampoco a los catalanes que
Prim rindiera pleitesía a la Reina Isabel II de España. También el
cura Miguel Hidalgo, el padre de la Independencia de México, gritaba
“Viva Fernando VII y muera el mal gobierno” y los segadores del
Himno catalán gritaban “Visca el Rei i morin els traïdors”.
Valga
mi intervención de hoy pues para entender el porqué de este
homenaje catalán y mexicano, al que fue el mejor militar español
del siglo XIX. Esta conferencia se enmarca además, dentro del
programa Barcelona Vive México, de conmemoración de la
Independencia de México, como hacemos cada septiembre.
El
que nos ocupa hoy será hacer un breve repaso histórico a uno de los
momentos más interesantes y traumáticos de la historia de México,
entre 1858 y 1862, que tienen su culminación en la conocida Batalla
de Puebla, que tuvo lugar el 5 de mayo de 1862. MEXCAT y yo mismo, en
buscar los vínculos históricos entre México y Catalunya nos
encontramos con la presencia irrenunciable de la figura del General
Prim, sin duda el militar más respetado de su época, con un vínculo
familiar, histórico y profesional con México, que nos lo hace tomar
de referencia, de nuevo, como ejemplo de persona comprometida con los
designios del país azteca.
Prim
fue ascendido a general solo con 29 años, siendo uno de los
militares más jóvenes en conseguir este cargo. Y ya conoció el
Caribe en 1847, cuando Isabel II lo nombró Gobernador de Puerto
Rico, y de donde volvió un par de años más tarde. Evidentemente,
también conocía México, su historia y su política gracias a su
esposa, Francisca Agüero, mexicana, que había cortejado en el París
de 1856, y que era hija de un conocido banquero mexicano exiliado en
la capital de Francia, como tantos otros mexicanos de buena clase.
Francisca
Agüero fue, pues, el gran vínculo del General Prim con México,
desde 1856 hasta su asesinato en 1870, catorce años que culminarían
con la intervención de España en México el 1862, y que hoy nos
ocupan.
Situemos,
sin embargo la historia del México de mediados del siglo XIX.
Las
primeras décadas de la República mexicana, una vez independientes
de España a partir de 1828, fueron muy inestables, con luchas de
poder entre los federalistas y los centralistas, y una economía
devastada por la guerra. El 1836, los centralistas llegan al poder y
cambiaron la constitución federal por una serie de leyes centrales,
por lo que varios estados se alzaron en revueltas como Texas,
Yucatán, Zacatecas y Nuevo León, que amenazaban con declarar la
Independencia hasta que no se restaurara el federalismo.
Texas,
habitado mayoritariamente por inmigrantes angloparlantes, consiguió
independizarse en 1836 y fue anexionado por los Estados Unidos en
1845. Dos años después de la independencia de Texas, en 1838 es
cuando España reconoce finalmente la independencia de México,
comprometiéndose a respetar el derecho internacional. La deuda, sin
embargo, de la antigua colonia española, acaba siendo asumida por el
nuevo estado mexicano.
En
1838 precisamente es el año de la primera intervención francesa en
México con la conocida Guerra de los pasteles, con varios motivos
secundarios que le otorgan este curioso nombre, pero que tiene como a
motivo de fondo las reclamaciones de Francia a México para restituir
las pérdidas que los ciudadanos franceses habían sufrido durante
las constantes revueltas mexicanas.
Pocos
años después, aprovechando la confusión respecto a los límites
territoriales de Texas, los Estados Unidos invaden México en la
Guerra de Intervención Norteamericana, en que toman casi la mitad
del territorio mexicano, correspondiente a los estados actuales de
California, Arizona, Nuevo México, Colorado, Nevada y algunas
secciones de Utah y Wyoming, en el tratado de Guadalupe Hidalgo en
1848.
La
Segunda República, después de la Guerra con los Estados Unidos
lleva con ella la inestabilidad social y económica, con graves
problemas internos como la revolución de los indígenas mayas en
Yucatán y de las milicias en Jalisco. Por novena vez, el General
Santa Anna es llamado a ocupar la presidencia del país. Es entonces
llamado Dictador Perpetuo y Alteza Serenísima. Será precisamente en
aquellos años cuando Santa Anna recomienda a otro catalán, Jaume
Nunó, de Sant Joan de les Abadesses, para que se presente al
concurso del himno nacional mexicano, que finalmente ganó el
catalán.
En
diciembre de 1853, Santa Anna vende a los Estados Unidos la zona de
la Mesilla, 100.000 quilómetros cuadrados entre Sonora y Chihuahua
probablemente en compensación a los que habían ayudado de nuevo a
proclamarlo, y algo que se enmarca en el plan expansionista de los
Estados Unidos, que se verá cercenado por la Guerra de Secesión
americana, entre l norte y el sur.
La
decepción por el retorno de Santa Anna a la presidencia y un segundo
breve régimen inconstitucional, produce un alzamiento armado
conocido como la Revolución de Ayutla, después de la que se
promulgan una serie de reformas liberales, con los gobiernos de los
generales Álvarez y Comomfort, y una nueva Constitución federal en
1857. El ministro Lerdo de Tejada, con Benito Juárez al gobierno,
promulgan un conjunto de leyes innovadoras.
Estas
leyes, conocidas posteriormente como las Leyes de Reforma, crean una
separación entre iglesia y estado, y afecta a los intereses de los
conservadores y del clero, lo que produce una guerra civil conocida
como la Guerra de Reforma, con un gobierno conservador en Ciudad de
México, el de Miramón, y otro de progresista en Veracruz, el de
Benito Juárez, que acaba con la victoria de los liberales. Para
ganar la Guerra, Benito Juárez se vale del apoyo de los Estados
Unidos, que se lo cobran caro en 1859 con el conocido Tratado Mc-Lane
Ocampo, con fatales consecuencias económicas para México. La
guerra, pues, la gana Juárez.
Con una economía en bancarrota por las guerras anteriores, el gobierno de Juárez declara el cese temporal de los pagos de la deuda externa: el Reino Unido, España y Francia amenazan de invadir México hasta que no vuelva a hacer los pagos.
Este
es el resumen político de un país, México, entre 1830 y 1860, con
un conjunto constante de revueltas internas e intervenciones externas
que hacen que país se resienta constantemente. ¿Cuáles son los
problemas de aquel México que finalizan con la intervención
tripartita de España, Francia e Inglaterra en 1861? Veámoslos
En
primer lugar, y como ya hemos dicho, nos encontramos con el
importante expansionismo norteamericano. Primer, con una guerra
directa entre 1846 y 1848, con la ocupación de todo el norte y la
pérdida de medio país: Arizona, Nevada, Utah, Colorado y partes de
Wyoming, Kansas y Oklahoma. A eso se añade unos meses más tarde
toda la Alta California y Nuevo México por una miseria, quince
millones de pesos.
La
otra gran intervención de los Estados Unidos, casi carroñera, será
durante la Guerra Civil mexicana, entre 1857 y 1859, en el episodio
ya referido de ayuda a Juárez, que se ve casi obigado a firmar el
tratado Mc-Lane Ocampo, entre el secretario de estado del presidente
americano James Buchanan y el ministro de exteriores de Juárez,
Melchor Ocampo firmado en Veracruz el diciembre de 1859.
Aunque
este último Tratado no interfiere territorialmente las consecuencias
económicas para México son nefastas, ya que casi suponen que el
comercio de los norteamericanos puede hacer lo que se le antoje en
todo el territorio mexicano sin pagar impuestos, a cambio de 20
millones de pesos, de nuevo minucias. Eso si, diez millones de esos
pesos se los reservan los Estados Unidos y no los pagan a México
reservándoselos para pagar posibles reclamaciones de los propios
ciudadanos americanos que vivieran en México. Y lo que sobre, decía
irónicamente, ya lo devolverán a México.
El
segundo gran problema de México es la deuda. En treinta años, desde
que se consuma la Independencia hasta 1860, las antigua potencias
coloniales como España, Francia, Inglaterra y los propios ciudadanos
de los Estados UNidos no se cansaran de reclamar constantemente
reparaciones y deudas ocasionadas a los ciudadanos de estos paises a
causa de las revueltas internas. España y Francia reclamaran
constantemente en nombre de sus subditos, compensaciones economicas
que se suman a la gran deuda que México ya acumula desde la Guerra
de Independencia.
Sumado
a que las deudas de la época del Virreinato español los asume el
nuevo estado libre y soberano de México, y tambièn a los créditos
altísimos que cobran los usureros dedicados a financiar las batallas
de turno. Los problemas con las aduanas, el contrabando y el
descontrol fronterizo en épocas de guerra, que no son pocas, acaba
por presentar un panorama desolador.
Centremonos
en el tercer gran problema que afecta mas en este caso al estado
español y que son las tensas relaciones entre la antigua colonia y
la Metropoli. Unas relaciones en un constante jalar que tiene sus
origenes en la larga Guerra de Independencia que va desde el 16 de
septiembre de 1810 cuando el cura Miguel Hidalgo llama a la
revolución desde el pueblo de Dolores, hasta la entrada del ejército
trigarante en Ciudad de Mexico, el 27 de septiembre de 1821. Pero que
podriamos alargar hasta el 18 de noviembre de 1825, cuando capitula
el fuerte de San Juan de Ulua, en Veracruz. Quince años de guerra,
una generaciòn entera, que comporta también problemas de identidad
de los mexicanos.
Dice
Antonia PI Sunyer: La transición de colonia a país independiente es
un proceso largo y dificil, y que no se resuelve con la mera
declaración de independencia. CUando el país colonizado ha vivido
300 años bajo el gobierno de la metrópoli y ha adoptado su lengua y
costumbres de ésta, como fue el caso de México, los atrapados en
este proceso se enfrentan a un serio problema de identidad. Esto pasó
en México, donde muchos de sus habitantes tardaron años en definir
su nacionalidad, en aceptar que eran extranjeros en su propio país”.
Las
relaciones diplomáticas con España no seran tampoco fáciles.
Muchas de estas personas, atrapadas en este proceso de autoafirmación
nacional, cambiarán de nacionalidad según convenga. Españoles,
franceses y hasta ingleses serán mexicanos cuando convenga ahorrarse
dinero, o extranjeros cuando haga falta exportar. Querrán ser
mexicanos cuando les ofrezcan cargos en los gobiernos de turno, y
volverán a ser extranjeros cuando las leyes de desamortización
amenacen sus tierras amparándose en el derecho internacional.
Crecerán
de nuevo las tensiones con las reclamaciones constantes de deudas
contraidas. Las políticas de los generales españoles Espartero,
Narváez y O’Donnell, regente y preidentes de gobierno
respectivamente, seguiran una doble linea que querrá resolver, con
campañas en el extranjero, la grave y desastrosa política interna.
Las guerras carlistas y una economia en decadencia seran maquilladas
por intervenciones de éxito en el exterior como Crimea, la Guerra de
la Conchinchina o la épica gesta de las Batallas de Wad-Ras,
Castillejos y Tetuan, en las que precisamente participaría el
General Prim, siguiendo una exitosa carrera militar.
Las
relaciones con España se volveran de nuevo tensas a partir de 1850
cuando se pacta en varias ocasiones seguidas recapitalizar la deuda
de Mèxico con España. Primero con un fondo del 20% de todas las
recaudaciones aduaneras a un 3% de interés, y después en bonos
estatales. El General Santa Anna no cumplirá con estas condiciones y
se piensa, por primera vez, en la Guerra.
Incluso
el ministro de hacienda mexicano Manuel Payno, que curiosamente
treinta años después serà Consul de México en Barcelona, decía
en 1853 no tener ningún miedo a una guerra con España “Pues
reanimaría un poco el espíritu del pueblo, reviviendo el odio
contra los españoles”
Cinco
años después, en 1858, en el discurso de apertura de las COrtes
Españolas, el presidente O’Donnell planteaba la posibilidad de
declarar la Guerra a México. Prim, que entonces era diputado, se
mostró contrario a la intervención militar y declaró que lo que se
pedía a México era abusivo y que las ofensas que se esgrimían no
eran tales. El, que precisamente tres años después querría ser el
jefe militar de esta operación. Entonces, en 1858, oponiendose a la
intervención fue acusado de poco pariótico, y lo atribuyeron a que
su esposa, Francisca Agüero, era mexicana.
Las
relaciones España-México se agriarán aun màs cuando el gobierno
de Benito Juárez en Veracruz apresará una barca llamada Maria
Concepción, con bandera de La Habana, y por tanto española,
alegando que había sido fletada por un traficante. El nuevo
embajador español, Pacheco, queriendo rebajar la tensión declarará
que es un asunto menor, pasará de largo de Veracruz sin
entrevistarse con el presidente Juárez, y directamente irá a Ciudad
de México a presentarse al gobierno conservador de Miramón.
Cuando
en enero de 1861 Benito Juárez gane la Guerra Civil, el hecho que el
embajador español no se hubiera presentado ante el en su momento,
provocará su expulsión. Los hechos se precipitan entonces.
Conocemos
ya los motivos. El porque de todo. Pero que papel juega Prim en este
asunto a partir de ahora? Veámoslo
El
General Juan Prim i Prats había destacado desde muy joven como
militar en las Guerras Carlistas. En comarcas y en Barcelona.
Restableció el buen gobierno y por eso alguien tan poco sospechoso
como BOnaventura Carles Aribau, poeta, le dedicó unos versitos
elogiosos por haber calmado los revoltosos. Fue designado poco más
de un año a Puerto Rico, a Crimea, y a París donde se casó con
Francisca Agüero y entró en el círculo del Emperador Napoleón
III. Fue definitivamente elevado al máximo grado y elogiado como el
más grande militar de España, después de la Batalla de Tetuán,
contra Marruecos, en 1860.
No
había en aquel entonces ningún personaje más respetado en el
estamento militar en toda España que el General Prim, y sus gestas
llegaban a toda Europa y sus colonias de ultramar.
Es
muy curioso que a finales de 1861, cuando España, Francia y
Inglaterra firman el Tratado de Londres para intervenir militarmente
en México, Prim pide a la reina Isabel II y al gobierno ser el jefe
militar de esta expedición, cuando solo tres años antes se había
opuesto completamente a ella. Qué es lo que hizo cambiar tanto de
opinión al Conde de Reus?
Una
de las primeras cosas que hará Benito Juárez el 17 de julio de 1861
es alargar los pagos de la deuda externa. La situación para España,
sumida en la crisis, para Francia, que necesita dinero para sus
campañas contra Austria, y para Inglaterra, con las primeras
revueltas coloniales, se hace complicada. La única opción que creen
que les queda es la intervención armada, que firman en octubre de
1861 en la llamada Convención de Londres y que supondría el
desembarco de los tres ejércitos en Veracruz, en enero de 1862.
Un
hecho también a destacar son las cantidades de esta deuda. 70
millones de pesos a Inglaterra, solo 10 millones de pesos a España y
los ridículos 2 millones de pesos a Francia. Recuerden las cifras
más adelante.Y llegamos al intringulis del asunto, los meses que
pasará Juan Prim en México.
Diez
días solo han pasado desde la Convención de Londres, cuando el
general Prim, su esposa Francisca Agüero, y el pequeño Juan, se
embarcan desde Cádiz hacia México de forma apresurada, queriendo el
Conde de Reus tomar el mando cuanto antes.
Intuye,
y bien, que el General Serrano, gobernador militar de Cuba se ha
adelantado a las operaciones, mediante una orden del gobierno español
de septiembre de ese año, de intervenir en Veracruz. Una orden que
no ha tenido contraorden. Y que hubiera podido ser considerado un
engaño para las potencias aliadas, sino fuera por la habilidad de
negociación de Prim y por la disposición del general Serrano, en
cuanto conoce la designación de Prim como ministro plenipotenciario,
para entregar la jefatura miliar de la operación. Evidentemente, no
sin cierta sensación de frustración.
No
perderán, sin embargo, los dos hombres, su relación cordial y sus
formas exquisitas en el trato. Prim y su familia llegan a Cuba los
últimos días de 1861. La comunidad catalana de la isla, muy
numerosa, recibe con múltiples fiestas al General de Reus, lo que
nos indica de nuevo que el pueblo de Catalunya no había perdido su
afecto por el General. Sirven esos días para establecer sus
escuadrones, contactar con las potencias aliadas del almirante Wick y
de De Savigny, y para conocer el alcance del desembarco español del
general Serrano en Veracruz.
El
8 de enero de 1862, Prim llega a México para ponerse al mando de la
operación, y comprueba que todo está en orden en Veracruz. Pisa por
primera vez aquella tierra que tanto conoce gracias a su esposa y a
sus lecturas.
Hay
que tener en cuenta, primero de todo, un aspecto fundamental de esta
intervención. Se trata, básicamente, de un desembarco militar para
ejercer una presión creciente al gobierno de Juárez para cobrar las
deudas. No se trata, según la Convención de Londres, de una guerra
ni de un asalto. Prim no buscará derramar ni una gota de sangre, al
contrario, buscará restablecer puentes y evitar el agravio a ambos
países.
Por
ello, Veracruz está en calma. Y los miles de hombres que en un
primer momento se encuentran repartidos en cuarteles y fincas a lo
largo de la ciudad, no interfieren en la vida cuotidiana de los
mexicanos, que asustados en un primer momento, vuelven a Veracruz.
La
operación, sin duda, sobre el principal puerto mexicano del
Atlántico, permite que los aliados se cobren un 40% de los impuestos
portuarios para, de momento, ir saldando la deuda ya conocida.
Una
de las prioridades de Prim es trasladar sus tropas más al interior,
sobre Orizaba, puesto que el clima tropical de Veracruz y la fiebre
amarilla se empieza a cobrar vidas entre sus soldados. Reunidos en
México los enviados franceses ingleses y españoles con Juárez, el
presidente les invita a retirar sus tropas, asegurando que se
restablecen las líneas de devolución de la deuda. Y les emplaza al
encuentro con el jefe de gobierno Manuel Doblado en el rancho de La
Soledad, para establecer lo que se llamarán “Los preliminares de
La Soledad”, que quieren regular la presencia de los aliados en
México, firmados el 19 de febrero de 1862.
Varios
aspectos son fundamentales en estas negociaciones y que caracterizan
el empeño de Prim en que la sangre no llegara el río. Creo que son
estos.
• En
primer lugar los lazos familiares. Su esposa es mexicana, y el tío
de esta, el ministro Echevarría, forma parte del gobierno de Juárez.
Prim se dirigirá a él como “Querido tío” en las numerosas
cartas que se envían estos días. Cabe recordar también que Prim y
Juárez son masones
• En
segundo lugar la estima de Prim por México y la consideración,
según se desprende en sus textos, de que los dos países hermanos
que son México y España no pueden permitirse llegar a las manos.
• En
tercer lugar su habilidad negociadora. Sus formas ejemplares que a
veces él mismo teme que sean recibidas como debilidad. Algunas
veces, sin embargo, y en cartas a su tío político Echevarría,
mostrará su faceta más dura exigiendo libre paso a Orizaba para sus
tropas.
• En
cuarto lugar, su capacidad de previsión de que la Alianza tripartita
con Inglaterra y Francia no llegaría a buen puerto. Y es lo que
ahora veremos.
- En quinto lugar, y un tema no menor. Dicen historiadores, y sobretodo la tradición, que Prim y Juárez son masones. Y entre ellos existe un pacto de no agresión, que Prim cumplirá a rajatabla
Los
Tratados preliminares de la Soledad permiten que se establezcan las
tropas en un espacio más salubre, unas en Orizaba, otras en Córdoba
y otras en Tehuacán. Los tratados también incluyen un
reconocimiento legítimo al gobierno de Juárez y descartan una
injerencia en la política interna. Y parece que la intervención, ya
solo con los flecos para detallar del cobro de las deudas del estado
mexicano con las potencias europeas no debería retardarse mucho.
Se establece la discusión final del asunto en una convención para el 15 de abril en Orizaba. Prim gana dos meses. Y empieza a intuir, o ya lo sabía de mucho antes, que las intenciones de Francia son otras. Desde hace tiempo que las tres potencias han hablado de la posibilidad de instaurar un nuevo gobierno en México. Prim es reacio. A Londres, ya les vendría bien un príncipe europeo, pero en el fondo les da igual. Solo quieren su dinero. En París, Napoleón III lleva años conspirando para instaurar en México a su primo Maximiliano de Austria.
Y
Prim lo sabe. La historia nos quiere hacer creer que Prim empieza a
sospechar las intenciones reales de las tropas francesas a principios
de marzo de 1862, cuando los Tratados de La Soledad no son aceptados
por el enviado francés, que exige una intervención aliada hasta la
capital. De Savigny empieza a exponer públicamente la necesidad que
un príncipe europeo ocupe el trono de México.
Es
en ese momento precisamente, cuando el conspirador Almonte llega a
Veracruz, procedente de París, donde unos meses antes había
solicitado a Napoléon la intervención directa en el país y la
entronización de un monarca. Prim, al ver a Almonte en Veracruz,
teme la reacción airada de Juárez. Almonte se declara “jefe
supremo de la nación”
Para
contrarrestar esto, las tropas españolas se retiran hacia Cuba, y
dejan 150 hombres en Veracruz. Las tropas británicas también dejan
solo un destacamento. Ya se dan por contentos con los preliminares de
la Soledad para recuperar su dinero. En cambio, Francia, envía
nuevas guarniciones. Sospechoso.
Las
cartas se descubren el 15 de abril cuando en la Convención de
Orizaba, De Savigny anuncia el apoyo a los conservadores opuestos a
Juárez, dirigidos por el general Almonte, para tomar la capital e
instaurar un nuevo orden.
Prim
ya lo sabía. El mismo habrá recibido una carta de Napoleón III, en
que el emperador francés le explica su decisión de convertir México
en un Imperio con Maximilano y Carlota como emperadores. Napoleón le
pide colaboración
Lo
que no se esperaba Prim es que el propio De Savigny lo acusara a él
de haberse querido coronar emperador. Prim lo refuta, y ordena
retirar sus tropas. La alianza tripartita se deshace. Isabel II,
Reina de España, que se llevaba tan bien con la esposa de Napoleon
III, la española Eugenia de Montijo, avala esta decisión, puesto
que no quiere un rey austríaco en México. Inglaterra también se
retira.
Recapitulemos.
Alguien como el General Prim, que ha vivido en París, amigo de
Napoleón III, no conoce los intereses de Francia antes del 15 de
abril? Alguien como Prim, cuya esposa es mexicana, de una familia
acaudalada, que mantiene contacto con todos aquellos exiliados
mexicanos en Francia, huidos del gobierno juarista, desconoce las
artimañas de todos ellos para derrocar a Juárez e instaurar un
emperador? Alguien nos quiere hacer creer que un personaje tan bien
posicionado como Prim desconoce antes de ir a México el verdadero
propósito de Napoleón?
Les
dije que recordaran las cifras. México debía a Inglaterra 70
millones de pesos. A España, 12 millones. Y a Francia, los míseros
2 millones y medio de pesos, que en realidad eran 750.000 pesos más
intereses.
Y
en cambio será Francia la que, traicionando la Convención de
Londres, mintiendo a España e Inglaterra, utilizará el amago de
intervención para avanzar hacia Ciudad de México, derrocar a Juárez
e instaurar a Maximiliano. Un caballo de Troya.
Prim
se va de México justo el día 5 de mayo de 1862, esta noche hará
justo 150 años. El mismo 5 de mayo, en Puebla, las tropas del
intrépido general mexicano Ignacio Zaragoza vencían al general
francés Lorencez, quien el día anterior había enviado a Francia la
siguiente carta
“Somos
tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza,
moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su
Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al
mando de nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de
México”.
Ignacio
Zaragoza y México con él, sin embargo, vencen al invasor. Las
batallas se sucederán, y con el envío de nuevas tropas, Francia
entrará en Ciudad de México finalmente en junio de 1863, derrocando
a Juárez e imponiendo al Emperador Maximiliano. Pobre emperador
Maximiliano, que acabaría sus días fusilado en el Cerro de las
Campanas de Querétaro, solo cuatro años más tarde.
El
General Prim vuelve a España, donde es criticado duramente por
muchos sectores, que lo acusan de flojo y de poco patriota, por
haberse retirado de México. Aún así no le irán tan mal las cosas,
incluso convirtiéndose en Jefe de Gobierno unos años más tarde,
uno de los artífices de La Gloriosa, que derrocó a Isabel II, y
restaurador de la monarquía en la figura de Amadeo I el breve, pocos
días antes de su asesinato en la calle del Turco.
Y
cuál es el fracaso de Prim? No es haber fallado en la defensa de los
intereses de España, esos diez millones de pesos. Eso era
completamente secundario. Creo estar seguro que el motivo de que Prim
voluntariamente quisiera estar al frente de la intervención era
precisamente para defender los intereses de México, para evitar
aquello que Francia quería hacer, que era saltarse a la torera la
Convención de Londres, para retardar la ocupación militar del país
de su esposa, y para negociar unas condiciones favorables que
obligaran la retirada de todas las tropas.
Creía
que lo conseguiría con los preliminares de la Soledad. Creía poder
convencer a Inglaterra y Francia que lo que convenía era irse y
respetar la independencia de México. Convenció a los ingleses. Pero
se encontró con la obstinación francesa que, aun consiguiendo su
objetivo de entronizr a Maximiliano, fracasaría estrepitosamente en
1867 con el regreso de Juárez y la lastimosa ejecución del pobre
monarca, que ni tenía culpa e hizo lo que pudo.
O
no, porque una leyenda situa a Maximiliano en El Salvador, con el
nombre de Justo Armas, y como comerciante, hasta muchos años más
tarde, ocultando su identidad. Un masón como era Juárez no podía
haber fusilado a otro masón como era Maximiliano.
Como
conclusión, y conmemorando este 2014 el Bicentenario del General
Prim se nos presenta el militar como un defensor también de la
integridad e independencia del pueblo mexicano, como un amigo catalán
de México, como aquel general que lo ganó ya todo en la vida y que
sabe retirarse cuando es conveniente, pero que desafortunadamente no
puede evitar que el país de su esposa caiga bajo el yugo francés.
Recordemos
pues hoy este gran defensor de México que fue el General Prim, y
celebremos unidos el hermanamiento de Catalunya con el pueblo de
México, conmemorando la Batalla que los mexicanos ganaron a los
franceses, la de Puebla, hace 152 años.
El
5 de mayo, cuantas actitudes diferentes. La del ejército francés,
déspota y obstinado. La del pueblo mexicano, heroico y resistente. Y
la de un general noble y justo que, como todo buen catalán, impone
su seny cuando lo requiere la historia.
Muchas
gracias.
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