Este domingo... Els Jardins de la Tamarita
Nos vemos a las 12, en la salida de los ferrocarriles "Avinguda del Tibidabo"
Estos jardines son un buen lugar donde ir a descansar, a estar tranquilo lejos del ruido de la circulación, por otra parte bien próxima. Es justo al otro lado de las vallas de piedra y hierro forjado que rodean el jardín, construidas para guardar un espacio que fue privado y que ahora es público.
Los jardines de la Tamarita están llenos de detalles de una gran delicadeza. Nada más entrar nos da la bienvenida un pequeño estanque semicircular alimentado por fuentes de pequeños surtidores, con plantas acuáticas y dos leones de terracota adormilados a ambos lados. Detrás suyo, la filigrana de una cerca semicircular hecha con alambre, por donde sube hasta cubrirla del todo una trepadora de hojas menudas y muy verdes, la enredadera.
En la Tamarita, encontramos en todas partes espacios resguardados, discretos, protegidos por la sombra de un arbolado centenario y rodeados de liños vegetales, con pequeñas entradas que invitan a pasar y estar un rato sentado en un banco.
Son lugares frescos, como la fuente de las Granotes, en un extremo del jardín.
Hay copas de piedra, mármol y cerámica convertidas en fuentes; pavimentos y escaleritas hechas con losas de piedra natural y, repartida por todo el jardín, la sobria elegancia de las macetas ornamentales de terracota, con geranios y helechos.
Orden y naturaleza
El eje principal del jardín está constituido por un pequeño paseo custodiado por estatuas alegóricas de América, África, Asia y Europa. Se llega allí por caminos delimitados por un mirto denso y muy bien recortado en composiciones geométricas, debajo la sombra de grandes plátanos. En el centro, en la plaza de los Quatre Continents, una fuente preside la ornamentación de esta parte de la Tamarita. Arriba de todo, una cascada en forma de gruta hecha con piedra pómez y conchas, como las que había antes en el fondo de muchos patios, valla la parte clásica del jardín.
Al lado de este sector tan ordenado y de inspiración clásica y regular, hay otro más natural y espontáneo, situado en la parte posterior de la casa. Un gran prado conduce hasta la zona más agreste del jardín, de pendiente importante, ya que está situada en el torrente del Frare Blanc. Es sombría, fresca y de vegetación abundante y espesa. Se accede a ella a través de una pérgola ornamentada con enredaderas. Entre el área de juego infantil y la entrada de los jardines, un camino permite pasear por el lecho del antiguo torrente, cuyos desniveles confieren a esta parte del espacio un gran efecto de espontaneidad.
Vegetación
En los jardines de la Tamarita hay ejemplares vegetales, tanto arbóreos como arbustivos, francamente excepcionales. Subiendo, a la derecha del paseo que constituye el eje central de los jardines, al comienzo del prado, hay un roble (Quercus pubescens) más que centenario. Posiblemente el árbol más antiguo de este jardín.
Aparte de la edad, llama la atención por una rama de medidas excepcionales, tanto por el espesor como por la largura y las ramificaciones, que nace casi al pie del árbol y se extiende muy cerca de tierra. Una tentación para los más pequeños, que a menudo trepan por ella.
Tocando al edificio que hoy acoge la Fundación Blanquerna, hay dos tejos (Taxus baccata) enormes y, sobre todo, altísimos, ya que superan con creces los diez metros. También son numerosos los cipreses (Cupressus sempervirens) y los plátanos (Platanus X hispanica) de grandes dimensiones. En cuanto a los arbustos, merece la pena fijarse en los enormes laureles (Laurus nobilis) y en algunos pitósporos (Pittosporum tobira) que se acercan a los tres metros de altura, si no los superan.
Historia
Cuando atravesamos la puerta de los jardines de la Tamarita entramos en una Barcelona que nos lleva los recuerdos de la burguesía que edificó sus mansiones en la parte alta de la ciudad y que las rodeó de jardines sosegados.
En este caso se trata de una finca de dos hectáreas perteneciente a la familia Craywinckel que a principios del siglo XX fue adquirida por el industrial del algodón Alfredo Mata. Edificó una casa señorial -hoy sede de la Fundación Blanquerna-rodeada de jardines, cuyo diseño se considera una de las primeras obras del arquitecto y paisajista Nicolau M. Rubió i Tudurí. Mata construyó tres casas más para sus hijos en la parte alta de la finca, que actualmente no pertenece a los jardines.
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