¡No me defiendas compadre!
Entre el enorme refranero mexicano existe un dicho muy común entre la gente, que se suele usar cuando un buen intencionado te defiende de algo o alguien, y en su intento más bien pareciera que colabora a tu hundimiento. Frases como “esta gordo, pero que gracioso que es” o “no es muy guapa, pero tampoco es fea de asustar”, son escuchados para “defensa” de un sorprendido aludido que acto seguido, exclama, con cara medio desencajada, aquello de “no me defiendas compadre”
Un pequeño ejemplo de lo anterior me fue sugerido tras la lectura de un artículo publicado en un portal de la red. El texto consistía en una acalorada defensa de la profesión de músico. En él se acudía a una serie de lugares comunes que no viene ahora al caso citar y que no por comunes son menos ciertos; su argumento fundamental estaba basado en la dedicación que los músicos necesitamos durante años de estudio y trabajo arduo para hacernos con el huso de la materia. Según el autor del mencionado artículo es este hecho el que nos convertía, a todos los profesionales de este arte en dignos de respeto y consideración.
Las intenciones del autor eran más que loables, lo triste es que los argumentos utilizados son pobres y superficiales, dejándome con la sensación de que más vale que no me defiendan así porque dejan a la profesión a la altura del betún, ya que como escuché decir hace poco a una persona: “los músicos tanto estudiar para nada, no les sale rentable trabajar tanto…...”.
Hay muchas ocupaciones, todas dignas de respeto, que requieren muchos años de estudio y ello no las convierte porque sí en encomiables; esto solo revela lo sistemático y serio de su estudio, nada más. La respetabilidad de una profesión está en el quehacer mismo que desarrolla día a día. Nada hay que decir por ejemplo de lo fundamental que es para nosotros el trabajo de un medico, de un ingeniero o de un chofer profesional y un mecánico de confianza. Fue aquí donde el corazón me dio un vuelco y me topé con algo que por evidente no fue menos duro: la profesión musical no es que sea poco apreciada, es la música la que es tomada con demasiada ligereza, como un mero entretenimiento, no como algo necesario y diría yo fundamental para el ser humano. Y esto lleva al ciudadano medio a pensar que al ser la música algo tan poco importante carece por fuerza de una metodología y una sistematización muy sería, más bien se piensa que es la musa la que baja y nos inspira o algo parecido.
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La música está estrechamente ligada al ser humano, es una de las manifestaciones del arte que más íntimamente lo afectan. Muestra de ello es la monumental industria que se ha montado con la música colocándola como un mero producto de consumo, un consumo que reporta miles de millones a unas empresas que se lucran con la necesidad innata en el ser humano de poner música en su vida.
El arte por principio es un acto creativo que involucra todas las capacidades del que lo realiza. Al producir arte nosotros mismos nos desarrollamos como seres humanos. En la música al ser una arte temporal, que se sucede simultáneamente en la vida de la persona que la escucha el crecimiento es tremendo, por que guarda un contacto muy íntimo y personal en el alma de ese productor y receptor. La música es pura continuidad como lo es nuestra vida, es pura conciencia y vivencia pura, es aquí y ahora . Lo grave de nuestra situación radica en que a diferencia de nuestros abuelos, que para poder disfrutar de un poco de música necesitaban producirla ellos mismos (ya fuera con una armónica, o una guitarra, o quizás hasta con un piano o un violín), nosotros sólo compramos un producto enlatado normalmente de pésima calidad que ha sido preparado para embotar nuestros sentidos y dormir nuestra conciencia. Ante esto se suele decir: “es lo que está de moda” y esa moda como todas las modas pasa, y hay que volver a comprar o descargar lo más nuevo. En el fondo el acto musical ya no existe aquí, porque ya no es un acto creativo, todo lo que el arte nos puede dar está ausente y solo somos seres que oímos pasivamente aquello muchas veces, sin la más mínima actitud crítica como en otras tantas facetas de nuestra vida diaria. Consumimos caras, modas, luces, coreografías, nunca música.
Esto también se da en la llamada música clásica, con su canon de autores y grandes estrellas promocionados desde hace muchos años. Han logrado que la calidad de la actuales caras celebres, comparadas con las de hace digamos 20 años (no en todos lo caso pero si en varios) deje mucho que desear. Al menos en el ambiente de la música clásica hay una necesidad de trabajo intelectual y afectivo por parte de la gente que la escucha; un trabajo para el que se requiere un mínimo de conocimientos musicales, que finalmente son un acervo cultural de todos, en tanto que se han dado en el seno de nuestra cultura occidental; elementos de un tesoro que a la mayoría le es hurtado y que le imposibilita para disfrutar al máximo de todo lo que esta y otras músicas pueden darles. En el mundo del Jazz o del Blues, sus adeptos suelen saber algo de lo que están escuchando, para verdaderamente disfrutar de esta extraordinaria música. Muchos de ellos tocan algún instrumento, normalmente la guitarra o el piano, y gozan haciendo música a nivel personal y muy íntimo.
Aprender a tocar mínimamente un instrumento, el que sea y tener una pequeña cultura musical es casi un derecho que todos tenemos, porque tenemos derecho a alimentar nuestra alma con cosas bellas, que nos hagan crecer, que nos ayuden a vivir y a contemplar con más serenidad y hasta sabiduría la situación en la que nos encontramos, no desde la pasividad y el embotamiento de nuestros sentidos, si no desde un acto consiente y creativo. La vida con música en ella es menos canalla. El origen de nuestra situación económica y social está en unas prácticas que han secuestrado desde hace décadas todo en nuestra vida, incluyendo, claro, a la música, convirtiéndola como ya he dicho, en un negocio que más que edificante es anielante y deshumanizador.
La plenitud y calma que se suscita en cada uno de nosotros al hacer música es indescriptible, algo que nos es negado por sistema. Por eso iniciativas como fundar una coral, o levantar una pequeña escuela de música son actos casi de rebeldía porque acercan al ciudadano común a esta vivencia. La práctica habitual de la música en culturas como la alemana o la suiza es para muchos la base sobre la que se sustenta su fuerza cultural. Como ejemplo de ello fue la noticia dada por la agencia noticas EFE el día 23 de septiembre de 2012 y cuyo titular reproduzco textual: “Los suizos inscriben la formación musical en la Constitución”. Un gobierno que responde a una iniciativa popular y que protege constitucionalmente el derecho de todos sus ciudadanos a aprender música. ¡Qué diferente es nuestro caso!.
La sociedades que produjeron a personajes como Beethoven,Mozart,Wagner o tantos otros tenían en gran estima a la música; ellos son la consecuencia de ese aprecio por el arte en general. No se dieron por generación espontánea. En Cataluña tenemos también grandes nombres, que fueron impulsados por una sociedad que los aplaudió y lo generó, existe una larga tradición en esta tierra. Cataluña ama la música. No permitamos que se pierda. La crisis también ha cuestionado gravemente el sano desarrollo de una vida musical y cultural, con la desaparición de escuelas de música de calidad o la trasformación de muchas de ellas en guarderías que solo entretienen y no forman; los esfuerzos de tantos profesionales por mantenerse en activo en medio de todo esto ciertamente se me antojan casi titánicos. La vida del músico no es fácil, pero no es sólo su complejidad lo que los convierte en personas dignas de admiración, lo es la misma música, que en su caso lo ha llenado todo y para siempre.
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