El argumentario de los que pretenden abolir la inmersión lingüística en el sistema educativo catalán prescinde siempre de un detalle capital: que todas las personas educadas, hasta hoy, en este sistema han acabado siendo usuarios competentes de la lengua castellana pero no todos han acabado alcanzando la suficiente competencia en catalán como para usarlo con fluidez. Cualquier análisis "despolitizado", pues, deduciría que es conveniente reforzar la enseñanza del catalán. Cabe recordar a los defensores a ultranza del bilingüismo que los únicos catalanes monolingües son los que no saben expresarse en catalán. Hasta el 20-N vamos a oír memeces de la altura del campanario de Sau, que vive felizmente inmerso en las aguas del pantano pero que reaparece en épocas de sequía. La última consigna que circula de boca en boca entre los defensores a ultranza del bilingüismo monolingüe es que la inmersión lingüística es un tabú nacionalista. Te lo cuentan con un sonsonete gruñón, resoplando, como quien te confiesa que su hija pequeña tiene un mal genio tremendo. Naturalmente, todas las naciones tienen sus tabúes nacionalistas, y la catalana no es ninguna excepción, pero el tiempo todo lo cura. Cuando yo iba a la universidad, un tabú de la altura del campanario de Sau era decir que la Constitución del 78 era una engañifa. En el arco parlamentario catalán sólo Heribert Barrera lo defendía. Y Xirinachs. Hoy, el punto de vista ha cambiado. Otro tabú era la mera existencia de una clase obrera no inmigrada. Novelas como Pa negre de Emili Teixidor o Olor de colònia, de Sílvia Alcántara, eran impensables. Contradicen la versión oficial de que todos los trabajadores hablaban en castellano, como los ladrones, las putas y los indigentes, porque el catalán era una lengua estrictamente burguesa.
Los acérrimos defensores del bilingüismo tienen este lunes 12 una cita ineludible. Al día siguiente de celebrar la Diada de la inmersión, ya que tal vez la manifestación no les irá bien, pueden ir al Casinet d'Hostrafrancs, a las 19 horas, a un concierto organizado por la Asociación Cultural Mexicano Catalana. En el marco de las actividades Barcelona Vive México se organiza por primera vez en la historia un concierto de rancheras en catalán. Nunca antes nadie se había atrevido a romper este tabú. El lunes sonarán las mejores rancheras en catalán para que los probos pro bilingüistas disfruten a tope. Ya me imagino a Rivera y Camacho, abrazados, entonando: "I tornar, tornar, tornar, als teus braços vull tornaaaar...". Y luego saltando a la pista del Casinet, emocionados con la versión catalana de La cucaracha: "La panerola, la panerola, ja no pot ni caminar, perquè no té pas, perquè li falta, marihuana per fumar...".
Entre todas las rancheras que los impulsores de esta magnífica iniciativa han versionado sobresale una por su significación. Aquella en la que "Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar..." deviene "Una pedra a la sendera, m'ensenyà que la drecera era rodar i rodar...". En otro fragmento, "Yo sé bien que estoy afuera, pero el día que yo me muera, sé que tendrás que llorar, llorar y llorar..." suena "Sé molt bé que tu et fas l'orni, però el dia en que jo em mori, bé que hauràs de plorar, plorar i plorar...". Me entusiasma el primer verso. Pero el fragmento definitivo es aquella conocida estrofa en la que se define el concepto de soberanía de un modo muy curioso: "Ja sigui amb diners o sense, faig el que tothom es pensa. El que jo dic és la llei, ni tinc castell ni reina, ni vull morir-me de feina, jo sóc el meu propi rei...".
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