viernes, 21 de noviembre de 2014

Hoy viernes inaugura el morelense Kristian Kon K, en Casa Mèxic

Les esperamos esta tarde en Casa Mèxic Barcelona (C/ Pavia 72), a las 19:00h para la inauguración de la exposición del artista de Yautepec (Morelos), Kristian Kon K, un relato personal de México y de sus símbolos y actualidad.

Kristian en Kasa MèxiK 
El artista morelense Kristian Kon K atribuye su fijación por esta letra anglosajona -que nos es tan ajena a las lenguas romances- a un descuido de la funcionaria que lo inscribió en el registro de Yautepec cuando nació. Esta errata de grafía le acompañará durante toda su vida y, fruto de alguna crisis de existencia, reconvertirá el error en oportunidad, configurando una personalidad extrema, radical, compleja, rompedora y singular. Kristian Kon K no deja indiferente. Frente a la aparente simplicidad que otorga la tinta negra a su obra, y que es el único recurso que aplica, se extiende desde el primer momento un mundo simbólico y prodigioso que invade el espacio hacia su extenuación, en una suerte de horror vacui permanente. Un mundo del que nos descubre primero los símbolos, los elementos, los puntos cardinales... todo aquello que nos permitirá, desde su visión dual del mundo, entender el conjunto de su obra. Iniciamos la exposición, pues, con el sustrato básico de su creación: el autorretrato -su máscara compleja-; el ying & yang -su dualidad imposible entre blanco y negro; el rey de todos los naipes, que es su ego artístico desbordante; o los cuatro ases de la baraja española, de entre las que escoge los oros, cual piedra filosofal.
La figura de la máscara es fundamental. De hecho, la creación del personaje es indisociable a Kristian. Todo en él es artificioso, rocambolesco, barroco. Todo lo que le envuelve es estética, ficción, creación y ritual. A medio camino de las máscaras griegas y de la commedia dell'arte, se apropia de la tradición de los chinelos, que son burla y son danza, son rito y disfraz. Por ello encontramos en la exposición varias imágenes de esta que es la tradición más reconocida de Morelos, su estado. Interesado también por la herencia de los grandes maestros, se reapropia de las mayores obras de arte de la historia, reinterpretando con estética K desde La GioKonda hasta el GuerniKa, desde la fuente de Duchamp hasta la pipa de Magritte, entre otros, con homenaje a la obra de dos catalanes maestros del surrealismo: Dalí y Remedios Varo. 
Kristian no es indiferente tampoco a la historia de su país, este México que nos describe como deshecho, y que nos muestra sumido e
n una crisis de valores donde las marcas comerciales se adueñan del entorno y de la propia concepción de la mexicanidad: Korona, Kuervo, Kosteña... un país descarnado que se encomienda a Jesús y a la Virgen de Guadalupe, a ambos lados del ojo que todo lo ve, y al artista krucificado expiando con su arte los pecados de su pueblo. Una serie igualmente desoladora sobre la historia de México, con el final triste del propio artista decapitado nos sume en un profundo pesimismo, propio del artista mexicano acostumbrado a analizar la situación social en la actualidad desde una óptica fatalista. 
Una esperanza nos da aliento, en el muro contrapuesto. El origen de nuevo: ahí donde empieza su K, que es su karma -su energía, su acción, su arte-. Yautepec, con sus rincones, su casa (el calli náuatl) sus calles, sus ruinas - que son sus conventos, sus haciendas y sus teatros-, sus vistas, sus arcos... tinta negra que simulan grabados irrepetibles, y que acaban siendo el retorno a su concepción del mundo, su cosmogonía propia heredera de una cultura que él resume en cuatro imágenes finales. Chichén Itzá, la raíz ancestral. La catedral de México, la herencia cristiana. El ángel, la madurez de la independencia. El Palacio de Bellas Artes, la ilustración, la refinación... él mismo, el artista. 
Negro sobre blanco. Tan negro que el blanco parece que también esté pintado. Y cuanto más los mezcla Kristian, más nos muestra la infinita gama de grises existentes que dan color al mundo. Acostumbrados a conocer un México invadido de rosas chillones, naranjas desmesurados y azules cerúleos, Kristian convierte la Kasa de Méxiko en Barcelona, por unas semanas, en un templo de símbolos de profunda mexicanidad con tan solo rotulador negro. Tan artificioso como él mismo. Tan simple como un rastro de tinta negra. 
Albert Torras Coleccionista

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