El director del Ballet de Monterrey es el cubano Luis Serrano, proveniente de una notable escuela de bailarines de este país tropical, que después de una deslumbrante carrera llegó a Monterrey y se hizo cargo de uno de los ballets clásicos más importantes de la República Mexicana. Hoy os ofrecemos esta entrevista al poco de su llegada a Barcelona
¿Cómo llega al ballet?
Yo no sabía lo que era el ballet. Un día cuando tenía nueve años, no lo olvidaré jamás, estaba en clases de matemáticas, y llegó una señora de La Habana buscando niños para estudiar ballet. Yo levanté la mano pensando en el baile de salsa, que era lo que me gustaba a mí. Me seleccionaron después de unas pruebas corporales para ir becado a La Habana y mi madre dio el permiso enseguida sobre todo por una razón práctica: allí tenía asegurado techo y comida, merienda y educación. Eso en Cuba es muy importante. Luego resultó que al descubrir el ballet me gustó.
¿Y cómo sale de Cuba?
Como todos los bailarines, en busca de mi camino. Yo me gradué en 1991, el mismo año que Carlos Acosta [el bailarín cubano estrella del Royal Ballet de Londres], estudiamos juntos y una de nuestras maestras, Ramona de Sáa, me mandó a mí a Venezuela y a Carlos Acosta a Italia. En Venezuela trabajé primero con Nina Novak en su compañía de cámara y luego con José Parés en el Ballet Juvenil de Venezuela, que duró poco lamentablemente, pero aprendí mucho de los dos. Después pasé al Ballet Nacional de Venezuela y conocí a Vicente Nebrada. En mis creaciones de danza mi estilo está pegado al de Nebrada.
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Su encuentro con el coreógrafo venezolano Vicente Nebrada fue entonces crucial para su carrera.
Sí, fue definitivo en mi formación y en mi estilo. En estas funciones de Madrid y Barcelona se verá una coreografía que él hizo para mí, y en el tiempo que trabajé junto a él en el Teatro Teresa Carreño de Caracas entendí muchas cosas del ballet más allá de la técnica. Cuando hago coreografías mi trabajo está impregnado del estilo de Nebrada, me inspiro en él y su manera de mover los dúos, en lo que era sin dudas un maestro.
Usted bailaba la pieza “Percusión para seis hombres” de Nebrada que también estuvo en el repertorio del ballet Nacional Clásico de España en otros tiempos, un ballet muy difícil y virtuoso.
Sí, yo hacía variación de los giros. ¡Era maravilloso!
Y después de eso a los Estados Unidos…
Fui al concurso de Jackson (Missisipí) en 1998 y enseguida Edgard Villella [director del Miami City Ballet] me ficha para la compañía y allí he estado nueve años hasta 2007 donde hice muchas cosas y profundicé en el repertorio de Balanchine, entre otros estilos. Me retiré a los 34 años.
¿Cómo cuelga las zapatillas en plenitud de facultades?
Arrastraba una lesión de una fractura en un dedo del pie, me lo hice en la final de un concurso y seguí bailando, luego aguanté lo que pude y esa lesión es lo que me ha apartado de la escena.
¿Cómo fue la despedida?
Me retiré con Giselle y luego esa misma obra es la primera que monté al llegar a Monterrey.
Usted sustituyó a Robert Hill en la dirección del Ballet de Monterrey, y era su primer trabajo como director.
La compañía de Monterrey se fundó en 1990 y ahora comienza a tener apoyos institucionales serios que nos permiten crecer. Fue un reto, una responsabilidad enorme. El patronato de Monterrey y su directora confiaron en mí.
Por la dirección habían pasado Ann Marie de Angelo, Fernando Alonso y Fernando Bujones, tres nombres muy importante del ballet americano de nuestro tiempo.
Y por eso mi línea es la misma, monté Bayadera completo y Coppélia, y este año por fin haremos El lago de los cisnes para el otoño.
¿Cómo ve el panorama de la danza clásica en México?
Talento existe, de eso no tengo dudas. Hay el problema de siempre por allí, que los hombres empiezan muy tarde. Le he dado un impulso a la compañía en todos los sentidos. Piense que antes hacíamos 60 funciones al año y ahora estamos en 225 por año. Y creo que hay que llevar el ballet a todas partes, crear el público y el gusto por el ballet, hay que bailar desde en los estadios hasta sobre una tarima de madera al aire libre.
¿Y este tipo de trabajo, cómo le ha influenciado?
He entendido que el ballet hay que transmitirlo en su esencia artística; cuando se baila hay dejarle al público mucha más cosas que las piruetas y los saltos. El público en general no sabe de técnica. Ahora que lo veo desde enfrente, no como bailarín, la óptica es más amplia. En Monterrey se nos apoya más cada vez y tenemos más público fiel. Eso lo aprendí en Norteamérica: el ballet es un conjunto de cosas, desde la manera de publicitarlo a la selección del repertorio, hay que pensar en el destinatario, el público.
Hábleme del programa que presentará en esta gira.
Queremos que de una idea general de todo lo que podemos hacer Por una parte están las creaciones con músicas de compositores mexicanos, algunas coreografías mías además de piezas de repertorio clásico.
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