jueves, 2 de octubre de 2014

Conferencia "El General Prim, un héroe catalán que amó a México"


Conferencia dictada por Albert Torras, vicepresidente de MEXCAT y presidente del Seminario de Cultura Mexicana - Corresponsalía Barcelona

Sede del Gobierno Militar de Barcelona, octubre de 2014

General Arteaga, Comandante Militar de Barcelona y Tarragona
Sr. Cónsul de Protección del Consulado General de México en BarcelonaSr. Presidente de MEXCATSr. Pérez Abuyé, Socio de HonorSra. Condesa de la MoraAutoridades, amigos
Permítanme en primer lugar rendir un homenaje de palabra al ilustre General Prim, Conde de Reus y Marques de los Castillejos, el que fue presidente de gobierno del estado Español, y el militar catalán más importante del siglo XIX, y mandar a los congregados hoy aquí un saludo de parte del Comité Organizador de los Festejos del Bicentenario del nacimiento del General Prim en Reus, que tiene lugar este 2014 de la que MEXCAT forma parte, para difundir, sobretodo en México, la figura de Prim. Esperamos de nuevo los próximos años recuperar la figura y el legado de este personaje tan destacado para la historia de Catalunya, y que también lo fue para la de España y México.


El objeto de la presente plática no es otro que conmemorar la participación de Prim en los acontecimientos que tuvieron hace ciento cincuenta y dos años en México, en las vigilias de la Batalla de Puebla, lucha de importancia histórica de este pueblo y llena de un simbolismo perdurable aunque de unas consecuencias poco efectivas para el futuro inmediato del país. Cabe recordar que esta misma conferencia la dimos en el Círculo de Reus, localidad natal de Prim, la vigilia de esta conmemoración, el viernes 4 de mayo de 2012, ante la presencia del alcalde de la ciudad y de la Cónsul de México en Barcelona, una hora después de haber visitado la momia del General, en el tanatorio de la ciudad, causándonos una enorme impresión a los congregados.

Para entrar en materia, Prim fue un personaje, reconozcámoslo, incómodo en la historia de Catalunya, o en la historia de la catalanidad. Y ello por ser seguramente el general más importante que dio su país en siglos, y que precisamente encomendara esta genialidad estratégica y militar a los beneficios del estado español.

No olvidemos que Prim es el general del Seny i de la rauxa, és decir de “la cabeza” y de “la locura” el que acuñará también la famosa frase “O caixa, o faixa” el que firmará sus cartas como Conde de Reus, y no como Marqués de Castillejos por el orgullo de su tierra natal. No nos tiene que incomodar tampoco a los catalanes que Prim rindiera pleitesía a la Reina Isabel II de España. También el cura Miguel Hidalgo, el padre de la Independencia de México, gritaba “Viva Fernando VII y muera el mal gobierno” y los segadores del Himno catalán gritaban “Visca el Rei i morin els traïdors”.

Valga mi intervención de hoy pues para entender el porqué de este homenaje catalán y mexicano, al que fue el mejor militar español del siglo XIX. Esta conferencia se enmarca además, dentro del programa Barcelona Vive México, de conmemoración de la Independencia de México, como hacemos cada septiembre.

El que nos ocupa hoy será hacer un breve repaso histórico a uno de los momentos más interesantes y traumáticos de la historia de México, entre 1858 y 1862, que tienen su culminación en la conocida Batalla de Puebla, que tuvo lugar el 5 de mayo de 1862. MEXCAT y yo mismo, en buscar los vínculos históricos entre México y Catalunya nos encontramos con la presencia irrenunciable de la figura del General Prim, sin duda el militar más respetado de su época, con un vínculo familiar, histórico y profesional con México, que nos lo hace tomar de referencia, de nuevo, como ejemplo de persona comprometida con los designios del país azteca.

Prim fue ascendido a general solo con 29 años, siendo uno de los militares más jóvenes en conseguir este cargo. Y ya conoció el Caribe en 1847, cuando Isabel II lo nombró Gobernador de Puerto Rico, y de donde volvió un par de años más tarde. Evidentemente, también conocía México, su historia y su política gracias a su esposa, Francisca Agüero, mexicana, que había cortejado en el París de 1856, y que era hija de un conocido banquero mexicano exiliado en la capital de Francia, como tantos otros mexicanos de buena clase.

Francisca Agüero fue, pues, el gran vínculo del General Prim con México, desde 1856 hasta su asesinato en 1870, catorce años que culminarían con la intervención de España en México el 1862, y que hoy nos ocupan.

Situemos, sin embargo la historia del México de mediados del siglo XIX.
Las primeras décadas de la República mexicana, una vez independientes de España a partir de 1828, fueron muy inestables, con luchas de poder entre los federalistas y los centralistas, y una economía devastada por la guerra. El 1836, los centralistas llegan al poder y cambiaron la constitución federal por una serie de leyes centrales, por lo que varios estados se alzaron en revueltas como Texas, Yucatán, Zacatecas y Nuevo León, que amenazaban con declarar la Independencia hasta que no se restaurara el federalismo.

Texas, habitado mayoritariamente por inmigrantes angloparlantes, consiguió independizarse en 1836 y fue anexionado por los Estados Unidos en 1845. Dos años después de la independencia de Texas, en 1838 es cuando España reconoce finalmente la independencia de México, comprometiéndose a respetar el derecho internacional. La deuda, sin embargo, de la antigua colonia española, acaba siendo asumida por el nuevo estado mexicano.

En 1838 precisamente es el año de la primera intervención francesa en México con la conocida Guerra de los pasteles, con varios motivos secundarios que le otorgan este curioso nombre, pero que tiene como a motivo de fondo las reclamaciones de Francia a México para restituir las pérdidas que los ciudadanos franceses habían sufrido durante las constantes revueltas mexicanas.

Pocos años después, aprovechando la confusión respecto a los límites territoriales de Texas, los Estados Unidos invaden México en la Guerra de Intervención Norteamericana, en que toman casi la mitad del territorio mexicano, correspondiente a los estados actuales de California, Arizona, Nuevo México, Colorado, Nevada y algunas secciones de Utah y Wyoming, en el tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848.

La Segunda República, después de la Guerra con los Estados Unidos lleva con ella la inestabilidad social y económica, con graves problemas internos como la revolución de los indígenas mayas en Yucatán y de las milicias en Jalisco. Por novena vez, el General Santa Anna es llamado a ocupar la presidencia del país. Es entonces llamado Dictador Perpetuo y Alteza Serenísima. Será precisamente en aquellos años cuando Santa Anna recomienda a otro catalán, Jaume Nunó, de Sant Joan de les Abadesses, para que se presente al concurso del himno nacional mexicano, que finalmente ganó el catalán.

En diciembre de 1853, Santa Anna vende a los Estados Unidos la zona de la Mesilla, 100.000 quilómetros cuadrados entre Sonora y Chihuahua probablemente en compensación a los que habían ayudado de nuevo a proclamarlo, y algo que se enmarca en el plan expansionista de los Estados Unidos, que se verá cercenado por la Guerra de Secesión americana, entre l norte y el sur.
La decepción por el retorno de Santa Anna a la presidencia y un segundo breve régimen inconstitucional, produce un alzamiento armado conocido como la Revolución de Ayutla, después de la que se promulgan una serie de reformas liberales, con los gobiernos de los generales Álvarez y Comomfort, y una nueva Constitución federal en 1857. El ministro Lerdo de Tejada, con Benito Juárez al gobierno, promulgan un conjunto de leyes innovadoras.

Estas leyes, conocidas posteriormente como las Leyes de Reforma, crean una separación entre iglesia y estado, y afecta a los intereses de los conservadores y del clero, lo que produce una guerra civil conocida como la Guerra de Reforma, con un gobierno conservador en Ciudad de México, el de Miramón, y otro de progresista en Veracruz, el de Benito Juárez, que acaba con la victoria de los liberales. Para ganar la Guerra, Benito Juárez se vale del apoyo de los Estados Unidos, que se lo cobran caro en 1859 con el conocido Tratado Mc-Lane Ocampo, con fatales consecuencias económicas para México. La guerra, pues, la gana Juárez.

Con una economía en bancarrota por las guerras anteriores, el gobierno de Juárez declara el cese temporal de los pagos de la deuda externa: el Reino Unido, España y Francia amenazan de invadir México hasta que no vuelva a hacer los pagos.

Este es el resumen político de un país, México, entre 1830 y 1860, con un conjunto constante de revueltas internas e intervenciones externas que hacen que país se resienta constantemente. ¿Cuáles son los problemas de aquel México que finalizan con la intervención tripartita de España, Francia e Inglaterra en 1861? Veámoslos
En primer lugar, y como ya hemos dicho, nos encontramos con el importante expansionismo norteamericano. Primer, con una guerra directa entre 1846 y 1848, con la ocupación de todo el norte y la pérdida de medio país: Arizona, Nevada, Utah, Colorado y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma. A eso se añade unos meses más tarde toda la Alta California y Nuevo México por una miseria, quince millones de pesos.
La otra gran intervención de los Estados Unidos, casi carroñera, será durante la Guerra Civil mexicana, entre 1857 y 1859, en el episodio ya referido de ayuda a Juárez, que se ve casi obigado a firmar el tratado Mc-Lane Ocampo, entre el secretario de estado del presidente americano James Buchanan y el ministro de exteriores de Juárez, Melchor Ocampo firmado en Veracruz el diciembre de 1859.
Aunque este último Tratado no interfiere territorialmente las consecuencias económicas para México son nefastas, ya que casi suponen que el comercio de los norteamericanos puede hacer lo que se le antoje en todo el territorio mexicano sin pagar impuestos, a cambio de 20 millones de pesos, de nuevo minucias. Eso si, diez millones de esos pesos se los reservan los Estados Unidos y no los pagan a México reservándoselos para pagar posibles reclamaciones de los propios ciudadanos americanos que vivieran en México. Y lo que sobre, decía irónicamente, ya lo devolverán a México.
El segundo gran problema de México es la deuda. En treinta años, desde que se consuma la Independencia hasta 1860, las antigua potencias coloniales como España, Francia, Inglaterra y los propios ciudadanos de los Estados UNidos no se cansaran de reclamar constantemente reparaciones y deudas ocasionadas a los ciudadanos de estos paises a causa de las revueltas internas. España y Francia reclamaran constantemente en nombre de sus subditos, compensaciones economicas que se suman a la gran deuda que México ya acumula desde la Guerra de Independencia.
Sumado a que las deudas de la época del Virreinato español los asume el nuevo estado libre y soberano de México, y tambièn a los créditos altísimos que cobran los usureros dedicados a financiar las batallas de turno. Los problemas con las aduanas, el contrabando y el descontrol fronterizo en épocas de guerra, que no son pocas, acaba por presentar un panorama desolador.
Centremonos en el tercer gran problema que afecta mas en este caso al estado español y que son las tensas relaciones entre la antigua colonia y la Metropoli. Unas relaciones en un constante jalar que tiene sus origenes en la larga Guerra de Independencia que va desde el 16 de septiembre de 1810 cuando el cura Miguel Hidalgo llama a la revolución desde el pueblo de Dolores, hasta la entrada del ejército trigarante en Ciudad de Mexico, el 27 de septiembre de 1821. Pero que podriamos alargar hasta el 18 de noviembre de 1825, cuando capitula el fuerte de San Juan de Ulua, en Veracruz. Quince años de guerra, una generaciòn entera, que comporta también problemas de identidad de los mexicanos.
Dice Antonia PI Sunyer: La transición de colonia a país independiente es un proceso largo y dificil, y que no se resuelve con la mera declaración de independencia. CUando el país colonizado ha vivido 300 años bajo el gobierno de la metrópoli y ha adoptado su lengua y costumbres de ésta, como fue el caso de México, los atrapados en este proceso se enfrentan a un serio problema de identidad. Esto pasó en México, donde muchos de sus habitantes tardaron años en definir su nacionalidad, en aceptar que eran extranjeros en su propio país”.
Las relaciones diplomáticas con España no seran tampoco fáciles. Muchas de estas personas, atrapadas en este proceso de autoafirmación nacional, cambiarán de nacionalidad según convenga. Españoles, franceses y hasta ingleses serán mexicanos cuando convenga ahorrarse dinero, o extranjeros cuando haga falta exportar. Querrán ser mexicanos cuando les ofrezcan cargos en los gobiernos de turno, y volverán a ser extranjeros cuando las leyes de desamortización amenacen sus tierras amparándose en el derecho internacional.
Crecerán de nuevo las tensiones con las reclamaciones constantes de deudas contraidas. Las políticas de los generales españoles Espartero, Narváez y O’Donnell, regente y preidentes de gobierno respectivamente, seguiran una doble linea que querrá resolver, con campañas en el extranjero, la grave y desastrosa política interna. Las guerras carlistas y una economia en decadencia seran maquilladas por intervenciones de éxito en el exterior como Crimea, la Guerra de la Conchinchina o la épica gesta de las Batallas de Wad-Ras, Castillejos y Tetuan, en las que precisamente participaría el General Prim, siguiendo una exitosa carrera militar.
Las relaciones con España se volveran de nuevo tensas a partir de 1850 cuando se pacta en varias ocasiones seguidas recapitalizar la deuda de Mèxico con España. Primero con un fondo del 20% de todas las recaudaciones aduaneras a un 3% de interés, y después en bonos estatales. El General Santa Anna no cumplirá con estas condiciones y se piensa, por primera vez, en la Guerra.
Incluso el ministro de hacienda mexicano Manuel Payno, que curiosamente treinta años después serà Consul de México en Barcelona, decía en 1853 no tener ningún miedo a una guerra con España “Pues reanimaría un poco el espíritu del pueblo, reviviendo el odio contra los españoles”
Cinco años después, en 1858, en el discurso de apertura de las COrtes Españolas, el presidente O’Donnell planteaba la posibilidad de declarar la Guerra a México. Prim, que entonces era diputado, se mostró contrario a la intervención militar y declaró que lo que se pedía a México era abusivo y que las ofensas que se esgrimían no eran tales. El, que precisamente tres años después querría ser el jefe militar de esta operación. Entonces, en 1858, oponiendose a la intervención fue acusado de poco pariótico, y lo atribuyeron a que su esposa, Francisca Agüero, era mexicana.
Las relaciones España-México se agriarán aun màs cuando el gobierno de Benito Juárez en Veracruz apresará una barca llamada Maria Concepción, con bandera de La Habana, y por tanto española, alegando que había sido fletada por un traficante. El nuevo embajador español, Pacheco, queriendo rebajar la tensión declarará que es un asunto menor, pasará de largo de Veracruz sin entrevistarse con el presidente Juárez, y directamente irá a Ciudad de México a presentarse al gobierno conservador de Miramón.
Cuando en enero de 1861 Benito Juárez gane la Guerra Civil, el hecho que el embajador español no se hubiera presentado ante el en su momento, provocará su expulsión. Los hechos se precipitan entonces.

Conocemos ya los motivos. El porque de todo. Pero que papel juega Prim en este asunto a partir de ahora? Veámoslo
El General Juan Prim i Prats había destacado desde muy joven como militar en las Guerras Carlistas. En comarcas y en Barcelona. Restableció el buen gobierno y por eso alguien tan poco sospechoso como BOnaventura Carles Aribau, poeta, le dedicó unos versitos elogiosos por haber calmado los revoltosos. Fue designado poco más de un año a Puerto Rico, a Crimea, y a París donde se casó con Francisca Agüero y entró en el círculo del Emperador Napoleón III. Fue definitivamente elevado al máximo grado y elogiado como el más grande militar de España, después de la Batalla de Tetuán, contra Marruecos, en 1860.

No había en aquel entonces ningún personaje más respetado en el estamento militar en toda España que el General Prim, y sus gestas llegaban a toda Europa y sus colonias de ultramar.
Es muy curioso que a finales de 1861, cuando España, Francia y Inglaterra firman el Tratado de Londres para intervenir militarmente en México, Prim pide a la reina Isabel II y al gobierno ser el jefe militar de esta expedición, cuando solo tres años antes se había opuesto completamente a ella. Qué es lo que hizo cambiar tanto de opinión al Conde de Reus?

Una de las primeras cosas que hará Benito Juárez el 17 de julio de 1861 es alargar los pagos de la deuda externa. La situación para España, sumida en la crisis, para Francia, que necesita dinero para sus campañas contra Austria, y para Inglaterra, con las primeras revueltas coloniales, se hace complicada. La única opción que creen que les queda es la intervención armada, que firman en octubre de 1861 en la llamada Convención de Londres y que supondría el desembarco de los tres ejércitos en Veracruz, en enero de 1862.

Un hecho también a destacar son las cantidades de esta deuda. 70 millones de pesos a Inglaterra, solo 10 millones de pesos a España y los ridículos 2 millones de pesos a Francia. Recuerden las cifras más adelante.Y llegamos al intringulis del asunto, los meses que pasará Juan Prim en México.

Diez días solo han pasado desde la Convención de Londres, cuando el general Prim, su esposa Francisca Agüero, y el pequeño Juan, se embarcan desde Cádiz hacia México de forma apresurada, queriendo el Conde de Reus tomar el mando cuanto antes.

Intuye, y bien, que el General Serrano, gobernador militar de Cuba se ha adelantado a las operaciones, mediante una orden del gobierno español de septiembre de ese año, de intervenir en Veracruz. Una orden que no ha tenido contraorden. Y que hubiera podido ser considerado un engaño para las potencias aliadas, sino fuera por la habilidad de negociación de Prim y por la disposición del general Serrano, en cuanto conoce la designación de Prim como ministro plenipotenciario, para entregar la jefatura miliar de la operación. Evidentemente, no sin cierta sensación de frustración.

No perderán, sin embargo, los dos hombres, su relación cordial y sus formas exquisitas en el trato. Prim y su familia llegan a Cuba los últimos días de 1861. La comunidad catalana de la isla, muy numerosa, recibe con múltiples fiestas al General de Reus, lo que nos indica de nuevo que el pueblo de Catalunya no había perdido su afecto por el General. Sirven esos días para establecer sus escuadrones, contactar con las potencias aliadas del almirante Wick y de De Savigny, y para conocer el alcance del desembarco español del general Serrano en Veracruz.

El 8 de enero de 1862, Prim llega a México para ponerse al mando de la operación, y comprueba que todo está en orden en Veracruz. Pisa por primera vez aquella tierra que tanto conoce gracias a su esposa y a sus lecturas.

Hay que tener en cuenta, primero de todo, un aspecto fundamental de esta intervención. Se trata, básicamente, de un desembarco militar para ejercer una presión creciente al gobierno de Juárez para cobrar las deudas. No se trata, según la Convención de Londres, de una guerra ni de un asalto. Prim no buscará derramar ni una gota de sangre, al contrario, buscará restablecer puentes y evitar el agravio a ambos países.

Por ello, Veracruz está en calma. Y los miles de hombres que en un primer momento se encuentran repartidos en cuarteles y fincas a lo largo de la ciudad, no interfieren en la vida cuotidiana de los mexicanos, que asustados en un primer momento, vuelven a Veracruz.

La operación, sin duda, sobre el principal puerto mexicano del Atlántico, permite que los aliados se cobren un 40% de los impuestos portuarios para, de momento, ir saldando la deuda ya conocida.

Una de las prioridades de Prim es trasladar sus tropas más al interior, sobre Orizaba, puesto que el clima tropical de Veracruz y la fiebre amarilla se empieza a cobrar vidas entre sus soldados. Reunidos en México los enviados franceses ingleses y españoles con Juárez, el presidente les invita a retirar sus tropas, asegurando que se restablecen las líneas de devolución de la deuda. Y les emplaza al encuentro con el jefe de gobierno Manuel Doblado en el rancho de La Soledad, para establecer lo que se llamarán “Los preliminares de La Soledad”, que quieren regular la presencia de los aliados en México, firmados el 19 de febrero de 1862.

Varios aspectos son fundamentales en estas negociaciones y que caracterizan el empeño de Prim en que la sangre no llegara el río. Creo que son estos.
• En primer lugar los lazos familiares. Su esposa es mexicana, y el tío de esta, el ministro Echevarría, forma parte del gobierno de Juárez. Prim se dirigirá a él como “Querido tío” en las numerosas cartas que se envían estos días. Cabe recordar también que Prim y Juárez son masones
• En segundo lugar la estima de Prim por México y la consideración, según se desprende en sus textos, de que los dos países hermanos que son México y España no pueden permitirse llegar a las manos.
• En tercer lugar su habilidad negociadora. Sus formas ejemplares que a veces él mismo teme que sean recibidas como debilidad. Algunas veces, sin embargo, y en cartas a su tío político Echevarría, mostrará su faceta más dura exigiendo libre paso a Orizaba para sus tropas.
• En cuarto lugar, su capacidad de previsión de que la Alianza tripartita con Inglaterra y Francia no llegaría a buen puerto. Y es lo que ahora veremos.
  • En quinto lugar, y un tema no menor. Dicen historiadores, y sobretodo la tradición, que Prim y Juárez son masones. Y entre ellos existe un pacto de no agresión, que Prim cumplirá a rajatabla

Los Tratados preliminares de la Soledad permiten que se establezcan las tropas en un espacio más salubre, unas en Orizaba, otras en Córdoba y otras en Tehuacán. Los tratados también incluyen un reconocimiento legítimo al gobierno de Juárez y descartan una injerencia en la política interna. Y parece que la intervención, ya solo con los flecos para detallar del cobro de las deudas del estado mexicano con las potencias europeas no debería retardarse mucho.

Se establece la discusión final del asunto en una convención para el 15 de abril en Orizaba. Prim gana dos meses. Y empieza a intuir, o ya lo sabía de mucho antes, que las intenciones de Francia son otras. Desde hace tiempo que las tres potencias han hablado de la posibilidad de instaurar un nuevo gobierno en México. Prim es reacio. A Londres, ya les vendría bien un príncipe europeo, pero en el fondo les da igual. Solo quieren su dinero. En París, Napoleón III lleva años conspirando para instaurar en México a su primo Maximiliano de Austria.

Y Prim lo sabe. La historia nos quiere hacer creer que Prim empieza a sospechar las intenciones reales de las tropas francesas a principios de marzo de 1862, cuando los Tratados de La Soledad no son aceptados por el enviado francés, que exige una intervención aliada hasta la capital. De Savigny empieza a exponer públicamente la necesidad que un príncipe europeo ocupe el trono de México.

Es en ese momento precisamente, cuando el conspirador Almonte llega a Veracruz, procedente de París, donde unos meses antes había solicitado a Napoléon la intervención directa en el país y la entronización de un monarca. Prim, al ver a Almonte en Veracruz, teme la reacción airada de Juárez. Almonte se declara “jefe supremo de la nación”

Para contrarrestar esto, las tropas españolas se retiran hacia Cuba, y dejan 150 hombres en Veracruz. Las tropas británicas también dejan solo un destacamento. Ya se dan por contentos con los preliminares de la Soledad para recuperar su dinero. En cambio, Francia, envía nuevas guarniciones. Sospechoso.

Las cartas se descubren el 15 de abril cuando en la Convención de Orizaba, De Savigny anuncia el apoyo a los conservadores opuestos a Juárez, dirigidos por el general Almonte, para tomar la capital e instaurar un nuevo orden.
Prim ya lo sabía. El mismo habrá recibido una carta de Napoleón III, en que el emperador francés le explica su decisión de convertir México en un Imperio con Maximilano y Carlota como emperadores. Napoleón le pide colaboración

Lo que no se esperaba Prim es que el propio De Savigny lo acusara a él de haberse querido coronar emperador. Prim lo refuta, y ordena retirar sus tropas. La alianza tripartita se deshace. Isabel II, Reina de España, que se llevaba tan bien con la esposa de Napoleon III, la española Eugenia de Montijo, avala esta decisión, puesto que no quiere un rey austríaco en México. Inglaterra también se retira.

Recapitulemos. Alguien como el General Prim, que ha vivido en París, amigo de Napoleón III, no conoce los intereses de Francia antes del 15 de abril? Alguien como Prim, cuya esposa es mexicana, de una familia acaudalada, que mantiene contacto con todos aquellos exiliados mexicanos en Francia, huidos del gobierno juarista, desconoce las artimañas de todos ellos para derrocar a Juárez e instaurar un emperador? Alguien nos quiere hacer creer que un personaje tan bien posicionado como Prim desconoce antes de ir a México el verdadero propósito de Napoleón?

Les dije que recordaran las cifras. México debía a Inglaterra 70 millones de pesos. A España, 12 millones. Y a Francia, los míseros 2 millones y medio de pesos, que en realidad eran 750.000 pesos más intereses.

Y en cambio será Francia la que, traicionando la Convención de Londres, mintiendo a España e Inglaterra, utilizará el amago de intervención para avanzar hacia Ciudad de México, derrocar a Juárez e instaurar a Maximiliano. Un caballo de Troya.
Prim se va de México justo el día 5 de mayo de 1862, esta noche hará justo 150 años. El mismo 5 de mayo, en Puebla, las tropas del intrépido general mexicano Ignacio Zaragoza vencían al general francés Lorencez, quien el día anterior había enviado a Francia la siguiente carta
“Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de México”. 

Ignacio Zaragoza y México con él, sin embargo, vencen al invasor. Las batallas se sucederán, y con el envío de nuevas tropas, Francia entrará en Ciudad de México finalmente en junio de 1863, derrocando a Juárez e imponiendo al Emperador Maximiliano. Pobre emperador Maximiliano, que acabaría sus días fusilado en el Cerro de las Campanas de Querétaro, solo cuatro años más tarde.

El General Prim vuelve a España, donde es criticado duramente por muchos sectores, que lo acusan de flojo y de poco patriota, por haberse retirado de México. Aún así no le irán tan mal las cosas, incluso convirtiéndose en Jefe de Gobierno unos años más tarde, uno de los artífices de La Gloriosa, que derrocó a Isabel II, y restaurador de la monarquía en la figura de Amadeo I el breve, pocos días antes de su asesinato en la calle del Turco.

Y cuál es el fracaso de Prim? No es haber fallado en la defensa de los intereses de España, esos diez millones de pesos. Eso era completamente secundario. Creo estar seguro que el motivo de que Prim voluntariamente quisiera estar al frente de la intervención era precisamente para defender los intereses de México, para evitar aquello que Francia quería hacer, que era saltarse a la torera la Convención de Londres, para retardar la ocupación militar del país de su esposa, y para negociar unas condiciones favorables que obligaran la retirada de todas las tropas.

Creía que lo conseguiría con los preliminares de la Soledad. Creía poder convencer a Inglaterra y Francia que lo que convenía era irse y respetar la independencia de México. Convenció a los ingleses. Pero se encontró con la obstinación francesa que, aun consiguiendo su objetivo de entronizr a Maximiliano, fracasaría estrepitosamente en 1867 con el regreso de Juárez y la lastimosa ejecución del pobre monarca, que ni tenía culpa e hizo lo que pudo.

O no, porque una leyenda situa a Maximiliano en El Salvador, con el nombre de Justo Armas, y como comerciante, hasta muchos años más tarde, ocultando su identidad. Un masón como era Juárez no podía haber fusilado a otro masón como era Maximiliano.

Como conclusión, y conmemorando este 2014 el Bicentenario del General Prim se nos presenta el militar como un defensor también de la integridad e independencia del pueblo mexicano, como un amigo catalán de México, como aquel general que lo ganó ya todo en la vida y que sabe retirarse cuando es conveniente, pero que desafortunadamente no puede evitar que el país de su esposa caiga bajo el yugo francés.

Recordemos pues hoy este gran defensor de México que fue el General Prim, y celebremos unidos el hermanamiento de Catalunya con el pueblo de México, conmemorando la Batalla que los mexicanos ganaron a los franceses, la de Puebla, hace 152 años.

El 5 de mayo, cuantas actitudes diferentes. La del ejército francés, déspota y obstinado. La del pueblo mexicano, heroico y resistente. Y la de un general noble y justo que, como todo buen catalán, impone su seny cuando lo requiere la historia.

Muchas gracias.

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